Me perdí buscando el mar y me encontré
allanando las notas elevadas.
Como un péndulo, cada ola rompía extenuada
en metáforas doradas para volver a reinventar la luz de sus traslúcidas
narraciones.
Su tono crepuscular era ámbar.
Las ondulaciones áureas recitaban gemas sufís para girar dichosas y resplandecer. Las vibraciones ondinas
regulaban sus destellos finales ofreciendo al final del día su silencio glorificante,
agonizando ámbar.
El viento delinea con compás las dunas de
la playa, igual que hace mil años, logrando por primera vez redibujar ese
universo, como cuando Él vio que eso era bueno. Desaparece el día y el filtro
ámbar se va con el sol para expirar agradecido por reconocerse eterno y fugaz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario