Foto de Ricardo Chaves H.
Hace dos años, en mayo del 2009, se inaugura el Jardín Japonés del Jardín Botánico Lankester en Cartago, Costa Rica. La historia del Jardín se remonta a la década de los cuarentas, cuando el naturalista británico Charles H. Lankester se interesó en el cultivo y estudio de las plantas epífitas de Costa Rica. El murió en 1969 pero su colección de orquídeas y su finca fueron compradas por un consorcio de sociedades conservacionistas estadounidenses que se lo donaron al gobierno de Costa Rica, con la condición de que lo preservara adecuadamente. El jardín luego se dona a la Universidad de Costa Rica el 2 de marzo de 1973. (1)
Históricamente los jardines japoneses fueron fuertemente influenciados por los jardines de China, casi siempre tendían a mostrar un estrecho ligamen entre con su punto de vista filosófico del universo, contenido en la fe Taoísta. También demostraban un sentido de armonía entre el esfuerzo humano y el mundo natural con su belleza imperfecta.
Para esta fe, aunque el universo está constantemente cambiando, se encuentra en un estado de equilibrio dinámico. Este equilibrio entre estados o fuerzas opuestas se complementan, y se simbolizan gráficamente en la figura del Yin-yang. El Yin-Yang puede ser encontrado en el mundo natural (el día y la noche, invierno y verano, montaña y agua, lo femenino y lo masculino, por ejemplo) y era la meta para cualquier diseño de jardín lograr una representación de este balance o equilibrio inestable. Muchos de los más logrados jardines de Japón están hechos por monjes Zen, que según se dice, tienen que ser capaz de visualizar la montaña que subyace a través de una roca, del bosque a través del musgo y el océano a través de la arena. Esto en los jardines abstractos Zen. La tradición de los jardines es una de las más elevadas expresiones de la mente, a nivel artístico y espiritual.
Creo que fue un reto para el Jardín Botánico Lankester crear un proyecto de jardín japonés de primer nivel. Hay que recordar que la idea y el espacio ya estaban previstos, y de alguna manera estaba esbozado con anterioridad. Ya el lugar tenía su genus loci, una atmósfera muy rica creada por sus grandes sepas de bambú y el contacto con el agua de un riachuelo. En japonés este “genio del lugar” se llama fuzei; “Soplo de sensibilidad”, de la sensibilidad del lugar, y debe ser sumamente agradable encontrar el lugar adecuado para potenciar sus ideas de diseño.
Foto de Ricardo Chaves H.
Fue posible concretar con la Embajada de Japón una ayuda económica importante y una contrapartida de la Universidad de Costa Rica. Con el apoyo técnico brindado por la Agencia de Cooperación Internacional de Japón (JICA) se contratan al paisajista Hiroshi Oozeki que se ocupó del diseño y el maestro paisajista Mamoru Tsunoda que se encarga de la construcción, con toda su dedicación a los detalles.
Son elementos esenciales en los jardines japoneses las representaciones del “Paisaje de la naturaleza viva" (Shotoku no sansui (山水, montaña-agua o sansui), como dice el libro Sakutei-ki (Notas sobre Creación la de Jardines).
El agua, está literalmente presente en el jardín, luce unos bordes o límites que le dan una apariencia natural. Las montañas pueden ser representadas con montículos de tierra, arbustos, o unas pocas piedras cuidadosamente escogidas para representar el “carácter” y la “personalidad” encontrados sobre la textura y fisuras en su superficie. En este jardín los bambúes pendulares son los que dan esta sensación. Uno de los retos del Jardín Botánico Lankester era representar topografía montañosa en un sitio que no la tiene, su superficie es muy plana. Como contraste, están las maravillosas sepas de bambúes ya maduras.
Foto de Ricardo Chaves H. Cabaña en construcción.
Tsunoda se inspiró en el famoso jardín de su ciudad natal el Jardín Korakuen (後楽園 ) que traducido es “el Jardín del sumo placer de después”. Se dice que el nombre proviene de un poema chino: "Sé el primero en sentir los problemas del mundo, sé el último en disfrutar de sus placeres". (2). Esta joya del paisajismo queda en Okayama y es uno de los tres mejores del país. Fue construido en el siglo XVII y representa grandes paisajes en miniatura. Korakuen es un amplio jardín que incorpora las características típicas de un Jardín de Paisaje japonés, entre ellos; un gran estanque, arroyos, senderos para caminar y una colina que sirve de mirador. También amplias zonas de césped, bosques de ciruelos, cerezos y arces, campos de té y el arroz, etc. (estos últimos componentes no se recrearon en el jardín del Lankester por sus limitaciones de espacio)
El estanque que se construyó en el Lankester es muy característico del estilo “paisajista”, para cruzar el estanque hay tres puentes: uno de piedra, otro de arena con bambú. Se puede notar que hay un tercero sobre el estanque, un puente de madera de color rojo, este es muy emblemático de la tradición nipona. En Korakuen hay un puente similar, y que se denomina Tsukenkyo (de la media luna).
Foto de Ricardo Chaves H.
Se construyeron dos cabañas, a base de bambú, madera, piedra y fibra de arroz. Al fondo, pasando por un sendero de piedras rodeado de bambúes se ubica una réplica de una casa de campo japonesa, que se emplea para mostrar aspectos de la cultura japonesa.
Los senderos están hechos para configurar corredores que a manera de umbrales llevan a una serie de espacios abiertos que llevan a las casas y los sitios abiertos, como el estanque, en que los usuarios se pueden mover entre puntos para la apreciación individual de plantas y los contrastes de luz y sombra junto a las texturas.
Las visuales son muy importantes y es una de las más preciadas características de los jardines japoneses, muchas visuales se diseñan para mostrar detalles especiales del jardín. Este jardín considera estas funciones estéticas y claramente fue hecho con la intención de exaltar los más personales y evocativos propósitos que sugieren sus logradas visuales.
Foto de Ricardo Chaves H.
Uno de los aspectos que hace que los jardines japoneses perduren integralmente por siglos es su mantenimiento, que se logra con una disciplina de trabajo constante. También debe hacerse de manera que la mano del hombre deba permanecer oculta. Esto es algo muy difícil de comprender en nuestra cultura con nuestros hábitos de trabajo, pero en eso consiste el éxito por siglos que tienen los más afamados jardines en Japón.
Un jardín japonés es como el buen vino, entre más añejo mejor, y es posible si se cuida con esmero este logro tan importante. El maestro paisajista Mamoru Tsunoda se aseguró de compartir sus conocimientos con seis operarios costarricenses durante la construcción. Ellos adquirieron las habilidades del experto para en el futuro se le provea de buen mantenimiento. Visitemos este jardín Botánico y disfrutemos de este intercambio cultural que hoy nos motiva.
Algunos datos se tomaron de:
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(2) http://www.foroxerbar.com/viewtopic.php?p=82755
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