Estaba a la deriva, no encontraba el camino, o el camino no me
encontraba.
Flotaba ausente arrastrado por las corrientes someras o profundas, en
una levedad sumisa. Seguía las derivas.
No tenía norte, a todos lados todo era lejano. Era un vacío inmenso
desde adentro hacia afuera, pero mayor todavía hacia lo profundo del mar, del
cielo y de mi ser.
Observaba indiferente los ritmos circadianos, las lunas y las mareas y
me imaginaba planeando alto, como los albatros. Nacían soles. Todos los días agonizaban y morían.
Sentía que planeaba en el horizonte continuo sin dejar estelas, flotando
leve, gravitando denso.
Florecí algún día, germiné verde en el futuro y el pasado. Fui
devenir y ahora reposo.
Sin norte y sin herramientas, las banalidades figuran principales,
breves utopías.
No reconocía lo sagrado del todo, porque estaba en la totalidad. Lo
confundía con el vacío.
No era ausencia ni vacío aunque nada define mejor su plenitud. Era un
territorio inescrutable.
Llegué a la playa en una marea alta, respondía al oleaje acariciado, siendo
viento, agua y luz.
Cada caracol redibujaba con mis fibras tatuajes de sendos laberintos
pertenecientes al albur.
Me reinventé un día cuando un mantra sembró el aliento de divinidad. Lo
demás fue canto, belleza y gratitud.
La emoción evidenció la vulnerable burbuja de las falacias que uno se
cree. De cuentos extremadamente sutiles en que depositamos la fe.
Nadie explicaba la nada, y pocos comprendían lo incomprensible.
Barómetros necios de dudas existenciales.
Me volvió a llevar la marea, pero en una deriva consciente, más
compasivo por el perdón, más ligero por saberme menos complicado.
Ya la pena no me alcanza. Comprendo el mar y su propósito. Comprendo la
arena y su roce con el viento. Soy el madero libre en su tránsito sin huellas,
que se siente infinitamente amado por la Suprema Resonancia.
Cuando te guía el afecto, qué poco se ocupa!, tu brillo es mi brillo, tu luz es la mía. Ya lo opaco no me alcanza, porque estoy en otra sinfonía.
Me encontró el camino y se hizo joven, porque era la senda del retorno, la que remite al océano primigenio. Ahora floto glorificando bajo las constelaciones que renacen en el eterno presente y son mi esencia.
Estás dentro del paisaje de mi alma, necesitaba sentir lo
que hay que sentir…, sanar e integrar. Me rodea una frontera sagrada…
Cobalto luminoso, habito un sitio nuevo, energéticamente
pleno. Retro
y ceso lo obsoleto de los miedos, bloqueos del alma que dejan
vacíos. El corazón tiene posibilidad de intuir y ya lo hizo.
Un placer ver reunidas la naturaleza y el talento. Le felicito por el blog.
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