viernes, 17 de diciembre de 2010

LA COLINA DE LOS HELECHOS DE DYLAN THOMAS


Hace más de veinte años me encontré una revista, Revenar, de la Asociación de Autores de Costa Rica. Es una revista trimestral de arte, literatura y ciencia. Contenía algunos poemas de autores costarricenses y una traducción de un poema de Dylan Thomas, llamado LA COLINA DE LOS HELECHOS. Lo leí y me sedujo, tanto que lo llevo conmigo en la memoria, no literalmente sino en forma de imágenes, en metáforas que quedaron como una forma de sinapsis y que reaparecen cuando quiero releer un pasaje hermoso donde la naturaleza fue retratada en una forma plácida.
Es una traducción libre de Rodrigo Quirós, profesor de inglés y literatura, quien ha realizado diversas traducciones de poesía inglesa. Recibió el premio UNA-Palabra por su libro A TIENTAS EN LA LUZ (Ed. EUNA).


Aunque evidentemente los helechos fueron una excelente justificación para hacer el poema, no se trata a estas plantas como tema (aunque puede que si), en cambio van a notar las sensaciones de algo delicioso y juguetón, un potro o un unicornio, un niño o becerro, no sé, que es pleno y libre, vive encantado con su medio. Con el ánimo de mostrar unas fotos de helechos que recién capté en Monteverde, Costa Rica es que los presento junto  a este poema, sin que tengan un carácter ilustrativo.


LA COLINA DE LOS HELECHOS
Cuando yo era joven y simple bajo las ramas del manzano, 
alrededor de la casa melodiosa y dichoso por el césped verde,
estrellada la noche sobre la cañada,
el tiempo me permitía alabar y ascender
dorado en los apogeos de sus ojos,
y honrado entre los vagones era príncipe de los pueblos de manzanos
y alguna vez señorialmente tenía árboles y hojas
me deslizaba con cebada y margaritas
bajando los ríos de la luz caída desde el viento.

Y cuando yo era verde y libre, famoso entre los establos
en torno al patio feliz y cantando por ser mi hogar la hacienda,
en el sol que sólo es joven una vez,
el tiempo me dejaba jugar
y ser dorado en la misericordia de sus medios,
y verde y dorado era cazador y ganadero,
los becerros
cantaban con mi cuerno, los zorros en las lomas gañían claros y fríos
y el Sábado tenía lentamente
en las piedras de santos arroyuelos.

Durante todo el sol era correr, era hermoso, los campos
de heno altos como la casa, las canciones de las chimeneas,
era aire
y juego, bello y húmedo
y fuego verde como el pasto.

Y nocturnamente bajo las estrellas sencillas
cuando cabalgaba a dormir, los búhos se llevaban la hacienda.
Durante toda la luna, yo escuchaba, bienaventurado entre los establos,
volando con las hacinas y los caballos
que entraban como rayos a la sombra.

Y luego despertarse, y la hacienda, como un vagabundo
blanco de rocío, volver; en su hombro, el gallo
y brillaba, era Adán y su doncella,
el cielo se reunía de nuevo
y el sol ese mismo día se redondeaba.

Así que tal vez fue después del parto de la luz sencilla
en el primer, giratorio lugar, los caballos encantados
caminando tibios
fuera del verde establo relinchando
hacia afuera, a los campos de alabanza;
y honrado entre faisanes y zorros cerca de la casa jubilosa
bajo las nubes recién hechas y feliz por ser largo el corazón
en el sol para siempre naciente
y corría vías desatentas,
mis anhelos corrían a través del heno alto como la casa
y no me preocupaba, en mis azules comercios con el cielo,
que el sol concediera
en su girar melódico, tan pocas y tales canciones matutinas
antes de que los hijos verdes y dorados
lo siguieran, saliendo de la gracia.

Nada me preocupaba, en los blancos días de oveja, que el tiempo me llevara
en la altura atestada de golondrinas a la sombra de mi mano
ni que cuando iba cabalgando a dormir
lo oyera volar con las altas praderas
y despertar a la hacienda huída para siempre de la tierra sin niños
oh, cuando era joven y ligero en la misericordia de sus medios,
el tiempo me sostenía verde y agonizante
aunque yo en mis cadenas, cantaba como el mar.




Fotos de Guillermo Chaves en La Reserva de Monteverde, situada 5 km este del centro de Santa Elena. La Reserva Biologica Bosque Nuboso Monteverde es una reserva privada, propiedad del Centro Científico Tropical, una ONG científica Costarricense fundada en 1962. Los fines de nuestra reserva son proteger la valiosa biodiversidad de esta región, proteger las fuentes de agua que abastecen varios ríos del Pacífico y Atlantico, y procurar condiciones óptimas y tranquilas en el orden natural, con el objetivo de llevar a cabo estudios científicos y educativos.

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