martes, 8 de febrero de 2011

Jardines de Versalles; la Aldea de la Reina.

La Casa de la Reina. Foto de Guillermo Chaves.

El Palacio de Versalles cuenta con unos jardines que, cuando se miran por primera vez, impresionan por su sentido del balance y el control del diseño sobre el paisaje. Sus dimensiones pretenden abarcar el infinito, están hechos para mostrar en dominio del ser humano sobre la naturaleza, para ostentar poder, riqueza e ideales absolutos. Su sentido de la estética está asociado a la grandeza, la majestuosidad y el simbolismo que representa la Monarquía. Son los espacios suntuosos, de inspiración cartesiana, los protagonistas en la búsqueda de la perfección simétrica. Una perspectiva impuesta al paisaje es predominante desde el eje visual, el cual deja sentir el rango de lo absoluto. Un rango que abarca el castillo como el principio y en el final... el infinito.  

El parque del Palacio de Versalles cubre unas 800 ha, de las cuales 300 ha son bosques, los jardines alcanzan un total de 130 ha. Aunque en su época de mayor esplendor, los jardines de Versalles se repartían por 8.000 hectáreas guardadas por un muro de 43 Km. Luis XIV dejó en manos del gran maestro André Le Nôtre, un reconocido experto en botánica, arquitectura y pintura, la planificación total de estos jardines. Su construcción se extendió por una década; desde 1660 a 1670. Muchos son los cambios, adiciones y sustracciones que se darían con el devenir de un régimen que colapsa, y de los dramáticos cambios sociales y políticos que se sucederían, hasta llegar a lo que hoy conocemos.

Como sería demasiado tedioso hacer una larga descripción larga de mí recorrido por ellos, voy a presentarlo por temas, con escalas en partes importantes, (desde mi punto de vista), y de lo que pude captar en un día de observación.  

 Arcada sobre la que está una galería de madera, que une la Casa de la Reina con un salón de Billar.
Foto de Guillermo Chaves. 

Cuando María Antonieta recibió en Luis XVI el dominio del Pequeño Trianón, se dio cuenta que sus jardines no le satisfacían, eran más aptos para los estudios de botánica que para el disfrute de una reina que gustaba de las modas y novedades. A la soberana le gustaban los jardines ingleses, por eso pidió a su arquitecto Mique y a Hubert Robert, que iba replantando los jardines de Versalles, que le diseñara un parque a su pequeño dominio. Fue cuando aparecieron las perspectivas pintorescas, los arroyos y los campos de césped que hoy vemos. Conforme la reina inventaba iban apareciendo el Belbedere, el peñón que domina el lago, una isla, el Templo del Amor, etc. Pero es la Aldea la que iba a contribuir con la fama del Jardín de la Reina.

Senderos que llevan a la Aldea, con su Gran Lago en la visual.

La Aldea de la Reina María Antonieta es una dependencia del Petit Trianon (un palacete dentro del propio Versalles), también se le llama: “el dominio de la Reina” que contiene además del Pequeño Trianón, los jardines de la Reina y la Aldea. Bajo el Primer Imperio, la Emperatriz María Luisa procede a reamueblar la Aldea con un gusto refinado.

La Aldea de la Reina, “Le Hameau de la Reine” es el lugar donde la Reina María Antonia Josefa Juana de Hapsburgo-Lorena, esposa de Luis XVI, alcanzó realizar sus caprichos. Destaca por su concepto diferente, la escala es más íntima que el resto del jardín que muestra el poder avasallador de la creatividad humana y poder soberano sobre la naturaleza, su ambiente es bucólico con un aire pastoril y pintoresco. El concepto se logra al sentirse  transportado a otro ambiente, a un paisaje idílico y nostálgico que imita las chozas de Normandía.

La idea de crear una aldea se originó cuando la Delfina vio un cuadro y se enamoró de él. Se trataba de la representación de una granja del País de Caux, una región de Normandía, pintada por Hubert Robert. La Reina hizo el pedido expreso de hacer una recreación exacta la granja normanda que el pintor plasmó en uno de su lienzo. La aldea fue construida entre 1783 y 1785 por encargo de la Reina al arquitecto Richard Mique. Ella le ordenó al arquitecto la construcción de la granja que Robert había pintado en su cuadro. El resultado se ve reflejado en un conjunto de pequeñas casas con techos de paja, pizarra y balcones de madera, con el lago y los cisnes como complemento del conjunto.

Cuadro de la aldea y foto de la torre http://www.elconfidencial.com/cache/2007/09/15/21_granja_maria_antonieta_versalles.html

Su idea era crear un paisaje rural irreal e idealizado. A la Reina le gustaba disfrutar de este lugar y recrearse con los placeres de una vida sencilla y de un estilo de vida campestre utópico, lejos de los fastuosos rituales reales de Versalles. Representa el lugar que pone fin a la paciencia de la Reina para el protocolo, sus ansias de libertad y la añoranza. El conjunto se convierte en una auténtica explotación agrícola, dirigida por un granjero, cuyos productos abastecían las cocinas del Palacio.

Claro, no se conformaría con que fuera solo una granja, sino que el predio que desea debía incluir un lago, construcciones varias como molinos, palomar, una casa de campo, una torre, huertas y todo tipo de animales. Se dice que María Antonieta invitaba a sus amigas a visitarla, ordeñaban vacas de vez en cuanto, cosechaban y comían de los frutos y verduras de la huerta. A este recinto solo se accedía por invitación de la reina y cada cual debía representar  un oficio o personaje concreto. Sus juegos consistían en dejar de ser la consorte del monarca francés para convertirse en nada menos que una lechera. Algo que les encantaba era que su vestimenta debía ser informal, similar a las ropas de las granjeras y sentirse libres jugando al granjero.

El Gran Lago rodeado por la Aldea. Foto de Guillermo Chaves.

Es destacable su lago de forma irregular alrededor del cual se agrupan estas modestas construcciones, pero que en realidad esconden lujosos interiores. De once casas distribuidas en torno al Gran Lago, cinco estaban reservadas para uso de la Reina y de sus invitados: la Casa de la Reina, el Billar, el Gabinete, el Molino y la Lechería de Degustación. Las cuatro casas restantes estaban reservadas para los campesinos: la Granja y sus anexos, el Granero, el Palomar y la Lechería de Degustación. Cada casa contaba con su huerto o su pequeño jardín, allí se plantaban repollos de Milán, coliflores y alcachofas. Se hacía rodear por un seto de carpes y los límites se cerraban con una empalizada de castaños. Pequeños huertos también estaban plantados de manzanos y cerezos.


Vista de uno de sus preciosos huertos.

Las escaleras, las galerías y balcones estaban adornados con macetas de loza de Saint-Clément, de color blanco y azul, que contenían jacintos, alhelíes o geranios. Por las paredes de las casas y las pérgolas o arcos se extendían plantas trepadoras que sombreaban algunas avenidas. En 1785 se instaló un columpio para los niños reales que luego se desmontó rápidamente. En 1788, también se acondicionó un juego de bolos.

Las principales construcciones del conjunto son:

La Casa de la Reina (La Maison de la Reine)

Foto de Guillermo Chaves.

Esta construcción es el edificio más importante de la Aldea. En realidad se compone de dos edificios diferentes unidos por una galería de madera decorada con macetas de loza blanca y azul y las iniciales de María Antonieta: a la derecha se encuentra la casa de la Reina propiamente dicha, compuesta en la planta baja por un comedor y un gabinete de juegos, y en la planta superior, por un gran salón, un pequeño salón y un gabinete chino; a la izquierda, la casa del Billar se compone en la planta baja, de una sala de billar y en el piso superior de un pequeño aposento.

Foto de Guillermo Chaves.

Según se describe; desde lo alto de la galería, la reina, ataviada simplemente con un vestido de muselina blanca y peinada con un sombrero de paja, podía seguir con la mirada los trabajos del campo.

Foto de Guillermo Chaves.

El Gabinete (Le Boudoir)

Foto de Guillermo Chaves. 
    
Con su techo de juncos, su tragaluz, su cobertizo y su vieja escalera de piedra, la Casita de la Reina, conocida como Gabinete, se componía de un salón y de un guardarropa y estaba rodeada por un jardín cercado.

Escalera de piedra, la Casita de la Reina, conocida como el Gabinete. Foto de Guillermo Chaves.

La Torre de Malborough (La Tour de Malborough)

Foto de Guillermo Chaves.


La Torre de Malborough, una especie de faro que domina las orillas del Gran Lago, se utilizaba para salir de pesca o para dar paseos en barca. En la torre de la Pesquería conocida como Torre de Malborough se almacena el material utilizado para la pesca del lucio y la carpa. Su parte alta sirvía de observatorio para comunicarse por señales con el Palacio de Versalles.
Su nombre, es el reflejo de la anglomanía a la moda en la época, recuerda la canción compuesta en 1722 al morir el Duque de Malborough. Aún hoy es conocida este estribillo de la canción "Mambrú se fue a la guerra" que se hizo muy famosa en la corte gracias a la nodriza del Delfín, Madame Poitrine (Pechos).

El Molino (Le Moulin)


Foto de Guillermo Chaves.

El molino se sitúa a la orilla del lago desde el cual sale un brazo de agua. El Molino servía para moler el pan con su rueda y contaba también con un lavadero. Estaba al servicio del pueblito.


El Calientaplatos (Le Réchauffoir)


Foto de Guillermo Chaves. La foto solo ilustra esta sección porque no tengo una de esta edificación.

Con su plano en escuadra, el calientaplatos era el edificio que albergaba una gran cocina, una despensa y pequeñas habitaciones. En el que se preparaban los platos para las cenas y otros banquetes que se daban en la Casa de la Reina. Se amueblaba sumariamente: una chimenea, un horno, una tabla en abeto, un suelo cubierto de tommettes.

La Lechería de preparación (la Laiterie de Propreté)


La Lechería junto a la Torre. Foto de Guillermo Chaves.

Los productos lácteos como la mantequilla o los quesos se fabricaban en la Lechería de Preparación, destruida bajo el Primer Imperio, y que se encontraba situada frente a la Lechería de Degustación. Allí se desnataba la leche y batía la mantequilla. La Reina probaba los productos lácteos. La casa estaba amueblada con mesas de mármol, equipadas con vajillas de porcelana. Aunque fue restaurada bajo el reinado de Luis XVIII, la lechería era menos lujosa que la acondicionada en el palacio de Rambouillet.

La Granja (La Ferme)

A petición propia, de María Antonieta había una pequeña granja construida en su propiedad para su propia diversión. La finca fue adquirida y restaurada en 1993 por una Fundación de Asistencia a los Animales. Después de una magnífica restauración la finca se reservó exclusivamente para el aprendizaje de los niños. Hay personal que los cuida y los acompaña mientras los padres visitan el Castillo de Versalles. Su propósito es familiarizar a los niños 5-12 años de edad con la naturaleza. La Finca de aprendizaje también les enseña algunos otros secretos. En un marco histórico, los niños pueden recoger frutas y verduras e incluso probar la leche de vaca. La Granja estaba situada aparte de la Aldea y en su tiempo acogía una ganadería variada: una pequeña manada de ocho vacas y un toro, diez cabras, ovejas y palomas.

El Palomar (Le Colombier)


Foto de Guillermo Chaves.

Creado por el Arquitecto Richard Mique en 1783, este edificio albergó las aves de corral y las palomas. Está al lado de un salón de baile. La granja y el gallinero han desaparecido, aunque se encuentra el encantador palomar cercano al puente de piedra que comunica ambas orillas del río poblado de carpas.

La Casa del Guardián (Maison du gardien)


Foto de Guillermo Chaves.
 
El suizo Jean Bersy era quien vivía en esta residencia, uno de lados está bordeado por un sendero o terraza cubierto con un enrejado de troncos de madera.

Huertas rodean cada una de las edificaciones de la Aldea de la Reina.

El conjunto del palacio y parque de Versalles, incluyendo el Gran Trianón y el Pequeño Trianón, fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1979. Para llegar a la Aldea de la Reina hay que caminar 1,5 km desde el palacio de Versalles, es mejor iniciar la caminata consultando un plano, pues es posible desorientarse por los laberínticos senderos que conducen a este recinto. Si no se quiere caminar, también se alquilan bicicletas o carritos eléctricos. Cualquier esfuerzo vale la pena para ver y disfrutar de estos majestuosos jardines, es sobre todo más encantador si nos tomamos un día completo para disfrutar los jardines, y pasar un rato inolvidable.




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4 comentarios:

  1. Muchas gracias Guillermo, tus experiencias resultan bien interesantes, es importante por cuanto desde tu punto de vista lograste transmitir lo que en los libros apenas de menciona.

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  2. Es muy buena tu descripcion..hace mas interesante el viaje

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  3. Estuvimos ahi y encontramos un lugar fascinante

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  4. Ahh Hermososisimo todo Versalles ... tienen que ir a Paris, pasear por los jardines, pisar los lugares por donde estuvo la Reina, sales de Versalles con una energia increible, parece que te transforma. Un dia no es suficiente, por eso tengo que regresar... Versalles Lo Maximooo !!

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