Quienes hemos seguido la carrera de Ricardo Chaves sabemos que todo lo que pasa por sus manos lo trasforma en una obra única. La mayor calidad estética es su máxima aspiración, tiene las habilidades y cualidades para ser un creativo excepcional, y está por mostrarnos una parte de sus mejores obras de fotografía en una exposición individual. Su trabajo en este campo profesional está siendo reconocido porque logra concatenar su visión como arquitecto con la disposición del artista gráfico, por eso sus fotos son luminosas, equilibradas y con una especie de enigma subyacente. Tiene mucho dominio de diferentes técnicas gráficas con las que también pretende introducir sus ideas a las configuraciones arquitectónicas y a las artes visuales. Los conceptos que se muestran en sus diseños giran en torno a la visión de crear una “arquitectura emocional”, coincidente con el planteo ideológico del famoso arquitecto mexicano Luis Barragán, y que según apunta Ricardo es el objetivo que persigue desde que era estudiante, y este planteo de una expresión individual también la lleva a la fotografía.
Esta recopilación que nos ofrece de sus mejores obras fotográficas de los últimos años muestran una notable originalidad temática, una aparente complejidad producto de una depurada sofisticación del diseño de la imagen, resultado de su dominio del concepto de espacio y de la manifiesta vitalidad que trascienden hasta alcanzar un nivel artístico fundamental.
Su propuesta artística es refinada y consistente ya que ha sabido escuchar los dictados de sus instintos. Es la sincronía del momento y el lugar preciso para lograr las acrisoladas capturas. Después, en el laboratorio de un alquimista del siglo XXI (su computadora), elabora aun más esta toma inicial para que transmita los mismos impulsos de una manera afinada y con una absoluta síntesis conceptual. El resultado son estas imágenes de realidades potenciadas por el autor para provocar una respuesta psíquica e intelectual de quien las observa.
Es notable el esfuerzo de Ricardo por hallar siempre esa captura óptima, esas imágenes diferenciadas de; perspectivas en el paisaje urbano, edificaciones específicas contrastadas con retratos de personas, convirtiendo las fotos en piezas únicas de su “arte emocional”. Su objetivo es transmitir al espectador ese sentir maravilloso de descubrimiento, que le era propio porque estaba justo en el momento indicado para realizar la toma, reflejando a su vez su forma de observar e interpretar la realidad. Su técnica es, algunas veces, una reelaboración estética sumamente acabada que ha logrado perfeccionar con el tiempo. Desde hace más de tres años cuenta con un manejo profesional de las tecnologías asociadas a la fotografía y logra una manera particular de expresarse a través de estas herramientas.
Esta colección tiene dos unidades temáticas; el retrato artístico y la arquitectura con el paisaje urbano de algunas ciudades europeas. Su punto de encuentro son las atmósferas reveladas y un delicado estudio de la luz. Deriva ambos objetivos de una observancia intimista de cada cuadro, de su destreza profesional y buen manejo las tecnologías. Ricardo ha documentado su búsqueda, con viajes a los emplazamientos y recurriendo a la literatura que aclara algunos de sus planteos sobre el tema. Es el caso de lo significa para él el retrato; como una perspectiva particular y una visión fijada en el tiempo de una persona. El retrato revela la apariencia exterior y muchas veces es capaz de transmitir su estado anímico, su condición psíquica y espiritual que deviene en un nuevo elemento simbólico. En la fotografía de calidad, como la que él hace, el retrato no es una simple foto, es también un espejo del alma que muestra un aspecto de la integridad personal y de un estado anímico.
La fotografía de la arquitectura tiene un carácter similar al del retrato, aunque su enfoque sea diferente. En una imagen se detiene en el tiempo una visión personal de aquello que a juicio personal distingue una obra arquitectónica en particular. No hay límites en las posibilidades que una obra arquitectónica ofrece. Se puede mostrar todo, su integración o no al entorno, las calidades y cualidades de su tiempo y lugar, su relación con el ser humano u otras formas de vida, aspectos constructivos, soluciones técnicas y otros detalles llamativos, su valor patrimonial y arquitectónico, y cualquier otra motivación, que puede ser tan personal como interesados hay. Los retratos pueden hacerse en diferentes tiempos, en diferentes ángulos y el fotógrafo puede elegir el alcance u objetivo de la descripción identificadora de una obra arquitectónica en particular. Los resultados de combinar estos dos temas disímiles fueron muy interesantes, y se puede ver el potencial que tienen juntas dos tipos de imágenes diametralmente opuestas en su materialidad, rostro humano vs construcción arquitectónica, pero que logran sostener una relación dialéctica que tensiona y rivaliza en el protagonismo de cada una, pero a través de un proceso riguroso de síntesis pudo lograr un verdadero discurso unificador cuyos planteos son muy estéticos y sugerentes.
Es lo etéreo del espacio que logra cautivar y la luminosidad amplificada con el contraste, lo que le ha permitido conseguir la magia, el embrujo y el sortilegio que se adivinan tras su propuesta. Es también recurrente en su obra querer alcanzar una atmósfera de misterio y dramatismo.
Esta colección de Ricardo incluye algunos fotomontajes de retratos con partes de pinturas Guillermo Chaves, hermano. Su muestra sobre arquitectura, incluye la otra etapa que le apasiona, las obras más representativas del arquitecto catalán Antonio Gaudí.
En síntesis, esta es una recopilación que muestra una etapa profesional de Ricardo como fotógrafo, mejor conocida por los asiduos al ciberespacio, y ahora expuesta a nuestro público. Sabemos que tras cada imagen hay una entrega entusiasta de lo mejor de sí, lo que ha materializado, es lo que logró pasar por su filtro meticuloso. Inagotable perfeccionista que madura sus obras para ofrecernos esta colección fascinante.
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