viernes, 5 de abril de 2013

El concepto de temporalidad en el Paisaje.


“El tiempo, el espacio y la casualidad no son más que metáforas del conocimiento con el que interpretamos las cosas.” Nietzsche, El libro del Filósofo.

El concepto de temporalidad en el paisaje se relaciona con una concepción posicional del ser humano, su ubicación en una región del planeta y éste en un punto en el cosmos. Está en función del ambiente y la cultura que lo determina desde que nace y a su actualización en un espacio y tiempo hasta que muere. El concepto de paisaje es de hecho tan personal y humano como su visión del tiempo, el cómo vive e interpreta ese tiempo es lo que llamamos temporalidad. Ambos son recursos muy singulares porque se ha tratado de objetivarlos, cuantificarlos y medirlos, pero a la vez son sujetos a la interpretación en la conciencia, que es un resultado de lo que la mente percibe, ésta es una entidad compleja y misteriosa. En las distintas etapas de la evolución de las culturas, tanto las llamadas arcaicas como las modernas, las concepciones del tiempo han variado y giran en relación a dos formas básicas ampliamente estudiadas; el tiempo cíclico y el lineal. Es decir que el ser humano ha buscado saber desde siempre como es el tiempo y se ha preguntado si; ¿será como una línea o como un círculo? De estas posibles explicaciones también se desprenden otras variantes.

Gonzalo Iparraguirre y Sebastián Ardenghi en su escrito; Tiempo y Temporalidad desde la Antropología y la Física definen temporalidad como una construcción cultural que deriva de una experiencia del sujeto, entonces no se trata de una intuición a priori. “El tiempo en tanto fenómeno, es intrínseco a todo ser humano; en cambio la temporalidad, además de ser intrínseca a todo ser humano, adquiere un carácter cultural en tanto depende de una experiencia en contexto y por lo tanto conforma una interpretación.” (1) Esta es la definición de temporalidad y la distinción que hace de la noción de tiempo, me parece acertada para el propósito de este artículo.

El tiempo lineal se opone a la teoría del tiempo cíclico porque prima la idea de la continuidad del tiempo y no cabe la idea del ciclo y la repetición. Corresponde a toda una revolución filosófica a partir del cual empezamos a contar el tiempo, es lineal porque tiene un punto de partida, con un inicio definido y un final. Esta es una concepción cristiana del tiempo, deudora de la concepción judía marcada por la aparición del monoteísmo. Se acepta como una premisa verdadera en la actualidad porque toma como referencia los dictados del mito judeo-cristiano del Tiempo Lineal retomado por la iglesia católica que es hoy predominante en nuestra cultura. Esta noción fue impuesta por una lógica cuya definición y uso del tiempo es esquematizada como una línea. La postulación del concepto de tiempo actual se estableció como un punto intermedio entre el principio y el final y su punto de referencia fue la venida de Cristo.


 
De acuerdo al principio del tiempo lineal, el tiempo se mueve desde el pasado al presente y al futuro. Es resultante de las experiencias humanas del nacer, vivir y morir y de la creencia de que el tiempo es parte del todo, de la misma creación, que  es como el espacio que nos contiene, que es infinito y eterno. La noción del tiempo lineal se impuso para hacer hegemónico y homogéneo una temporalidad unívoca y jerarquizada. El ser humano pasó a ser un esclavo del tiempo por cambiar a una visión de progreso futuro, para el que hay que trabajar para simplemente subsistir (por lo menos la mayoría). De esta manera nos negamos la vida, muchas veces olvidándonos completamente que toda manifestación de la naturaleza es cíclica. Lo que sucedió fue que perdimos la visión de los Ciclos Eternos, perdimos la armonía con los ciclos de la naturaleza y del cosmos, nos extraviamos completamente. Por algo nos preguntamos en qué consistes la temporalidad en el paisaje, porque ya no encarnamos ni nos son vitales estas premisas.

Podemos afirmar que toda manifestación de la temporalidad en el paisaje corresponde a una temporalidad cíclica; nuestro planeta es esférico y su órbita es cíclica. Lo percibimos con los cambios de estación, los patrones de clima, el movimiento de los sistemas del agua y del aire, los ciclos reproductivos de las especies. Aún las historias de sociedades humanas devienen en patrones cíclicos.


Temporalidad cíclica


En las primeras etapas de su evolución, nuestros ancestros tuvieron que ajustarse a una profunda interacción con la naturaleza, se sabían a sí mismos sometidos a las leyes naturales o no sobrevivían. Su supervivencia dependía de la sincronización de la actividad humana con los ciclos de la Naturaleza. Tuvieron la necesidad de hacer observaciones y ejercicios de abstracción para imaginar y concluir que el tiempo estaba en función de esos ciclos, con sus procesos naturales recurrentes; que el tiempo yacía intrínseco a cada uno de los sucesos que ocurrían en la naturaleza; el día y la noche, las estaciones del año, los tiempos de sequía y lluvias. De allí que con miles de años de experiencia tuvo que ajustarse a los acontecimientos de su entorno y encontrarse que habían recurrencias rítmicas o periodicidad en diferentes escalas, tanto la macro (por ejemplo: la Tierra tarda un año en dar la vuelta al Sol) como micro (la Tierra tarda un día en girar sobre sí misma). Pudieron llegar a la conclusión de que la vida es un fenómeno rítmico e inclusive plantear nociones más complejas; somos herederos de la idea de una temporalidad cíclica, por ejemplo, dentro de la concepción que da cuenta de una repetición sucesiva de la historia. Todos los acontecimientos mundo natural observable tenían lugar dentro de diversos ciclos, y esta percepción estaba más arraigada en las culturas agrícolas, cazadoras y recolectoras.


Representación de la temporalidad cíclica.







Esta es una representación el Uróboros, es un símbolo que aparece repetidamente a lo largo de al menos los últimos 3000 años en distintas formas y culturas representando los ciclos naturales de destrucción y creación. Es un concepto que los alquimistas usaron para representar la naturaleza cíclica de las cosas, el eterno retorno de todo. El tiempo era como una gran rueda que siempre estaba girando, denotando la repetición sucesiva de la historia. (2)


Temporalidad cíclica y paisaje


El paisaje está en relación con nuestro entorno primordial, es la referencia directa del ser humano, y es regido en muchos aspectos por fenómenos cuya temporalidad es cíclica. Desarrollamos muchos procesos vitales en el día a día, en la inmediatez, pero tenemos presente que hay otros plazos que hemos programado para que coincidan con los ritmos naturales y cósmicos. Las sociedades primordiales tenían una concepción del tiempo relacionado a los ritmos celestes, ordenaban toda manifestación de lo vivo, y  lo socio-cultural debía someterse también a estas nociones de temporalidad. Todos los fenómenos y procesos naturales son manifestaciones de factores dinámicos que existen en el espacio y en el tiempo. Hemos aprendido a adecuar y dar continuidad a lo terrestre en función de lo celeste, con muchos de sus fenómenos astronómicos siendo parte de los acontecimientos que festejamos y ritualizamos; por ejemplo los ciclos estacionales de la Tierra que se han observado formalmente desde la aparición del hombre.


Los ciclos del planeta y el humano


Varios ritmos integrados en el ser humano se suceden debido a los movimientos de la Tierra con respecto al Sol, como la fuente de energía que hace posible que en la atmósfera se produzca la temperatura necesaria para la vida. Con una inclinación del eje rotación terrestre sobre su plano orbital, la Tierra se traslada alrededor del Sol describiendo una órbita elíptica, acontecen los equinoccios y solsticios, con sus manifestaciones biológicas concretas, el rebrote y la floración estacional, los ciclos reproductivos de las plantas. Se generan grandes cambios climáticos estacionales como las precipitaciones que son el resultado del ciclo del agua, ligado a la rotación y traslación de la Tierra que describe la presencia y el movimiento del agua en la Tierra y sobre ella.


Patrice Guinard, asegura que la temporalidad se afirma en los diversos esquemas repetitivos; periodicidad, alternancia, sincronización. Con la periodicidad cada ciclo se desarrolla siguiendo un proceso preciso, ordenado, equilibrado en sus menores partes, infinitamente reiterado. La alternancia, dice, es la relación intrínseca entre los momentos sucesivos de un ciclo, es la sucesión repetitiva, esperada, de transformaciones interdependientes. La sincronización es la relación entre los momentos simultáneos de diferentes ciclos, es la constatación de la simultaneidad repetitiva, esperada, de estos momentos. (3)

Hay periodicidad en el ciclo y esto constituye un ritmo. El ritmo como el equilibrio de series alternativas y síncronos. La idea de regularidad define el ritmo, la repetición de un patrón regular en el tiempo. En su raíz griega (rheos, fluir), se marca una relación directa con el movimiento. Movimiento, orden y periodicidad están en relación con ritmo. "El Ritmo es al tiempo lo que la Simetría es al espacio" dijo Francis Warrain. (4)

Los ciclos de la lunación con relación a la amplitud de la marea, las fases lunares determinan el movimiento interno de los fluidos (savia) de las plantas y períodos alternados de crecimiento y conservación. Los calendarios primitivos eran principalmente calendarios lunares. etc.

Cualquier ajuste humano a la temporalidad refiere principalmente a unos ritmos integrados por su sistema neuro-psíquico que responden a los ciclos diarios, y que han evolucionado para metabolizar la luz.  Los ritmos del entorno sobre todo los ritmos planetarios diarios, son operados por mecanismos receptores, que son moléculas descubiertas por la ciencia, como los llamados genes circadianos. Estos genes se han descubierto y se rastrean por investigadores en ratones, en algunos hongos y el humano. Estas moléculas, diferentes para especies vegetales y animales  juegan un papel en la conducción del ritmo diario.

El ciclo circadiano

Los seres humanos y la mayoría de las especies sobre el planeta respondemos a algunos determinantes, como los marcadores del ciclo de luz-oscuridad. Este es el mayor sincronizador para prácticamente todas las funciones metabólicas que están influenciadas directa o indirectamente por la presencia o la ausencia de luz; el día y la noche. En el ser humano los mecanismos neurológicos que regulan su reloj biológico se encuentran en el hipotálamo cerebral y son regulados por una sustancia sensible a la luz denominada melatonina producida en el cerebelo. Esta es una hormona que proporciona el mecanismo para el control del tiempo, y que regula el sueño, (se correlaciona negativamente con la serotonina: ya que funciona al revés, presenta niveles altos durante la iluminación y bajos durante la  noche). A este se le llama ciclo circadiano. (5)

El ciclo circadiano es un “reloj biológico” que tenemos incorporados casi todos los organismos vivos, desde las bacterias hasta los humanos, donde opera sincronizado 24 horas/día. Determina el ritmo de los cambios físicos y fisiológicos que ocurren en condiciones constantes y que se presentan en oscilaciones espontáneas en  periodos cercanos a las 24 horas.  Un ritmo circadiano es una condición específica que se repite todos los días a la misma hora. La palabra se deriva del latín “circa” que significa alrededor y “diem” que significa día.

Esto se ha tratado de entender desde muchos ángulos y es gracias al conocimiento completo del genoma de un vegetal llamado Arabidopsis thaliana, el de los insectos del género Drosophila (mosca de las frutas) y de ratones de laboratorio, que se ha llegado a un mejor conocimiento de las regulaciones fisiológicas y metabólicas, inducidas por la fotoperiodicidad del ritmo circadiano en plantas y animales. Ambos organismos comparten los mecanismos moleculares  fotoreceptores del procesamiento de la luz en el ciclo día/noche, pero aunque  se muestran muchas homologías entre animales, cianobacterias, hongos, insectos y plantas, al mismo tiempo se sugiere que las especies han evolucionado independientes una de otras. Se trata de una sincronización evolutiva que se ha demostrado gracias a que se identificaron distintas moléculas fotosensitivas, los fotoreceptores que metabolizan de la luz y que actúan como intermediarios entre los factores ambientales y la "maquinaria del reloj" circadiano. (6)

La gran sincronización de todos los ciclos circadianos.

Todos los seres vivos que compartimos este momento de la evolución histórica estamos adaptados a sus fluctuaciones naturales y a la esencia viva de la Tierra. Estamos ligados y en sincronización biológica con ella y en simbiosis con el medio ambiente. Hemos evolucionado hasta una biología especialmente adaptada para vibrar y sintonizar los ritmos y ciclos del planeta Tierra. La perfecta comunicación y sincronía con la vibración del planeta es parte de la natural y necesaria interacción de la humanidad. 

Nuestros ritmos vitales dependen de este ser maravilloso llamado Tierra y se estudia de manera consistente a la atmósfera y la biósfera de nuestro planeta ya que tiene millones de años en que se comportan como un todo coherente. No podemos por tanto hablar de temporalidades separadas de lo físico-espacial, sino de una sincronización maravillosa con un gran mecanismo biológico del que formamos parte. Lo que tarda la Tierra en completar una rotación alrededor de su eje, es lo que llamamos un día, y dura 24 horas durante las cuales siempre hay una cara iluminada por el Sol en la que es de día, y la cara opuesta oscurecida que es la noche. Hay sistemas complejos en nuestro cuerpo encargados de recibir e interpretar los estímulos que captan nuestros sentidos, otros se encargan de activar al organismo, suelen funcionar durante el día o al contrario relajar el organismo y son los que funcionan por la noche. 

La noción de temporalidad diaria es de los aspectos fundamentales para los seres humanos. Este fenómeno es tan intenso que produce el efecto de activar cada día nuestro umbral absoluto de todos los sentidos. Cuando esto sucede le llamamos percepción, que hace referencia a la manera de interpretar la información que recibimos a través de los órganos de los sentidos de nuestro organismo. Así que como seres vivos estamos unidos al medio ambiente en una sola naturaleza, la de la Tierra, somos su conciencia, o mejor dicho somos la conciencia de Gaia  (como la nombró el novelista William Golding, premio Nobel de Literatura). 

El ciclo circadiano nuestro es parte de un todo, el todo se concibe como la suma de todas las partes. Somos parte de un superorganismo del que hemos ignorado sus necesidades básicas gracias al etnocentrismo que domina nuestro pensamiento.

La percepción de la luz

Una de las más sofisticadas interacciones que cualquier organismo biológico tiene con su medio ambiente puede ser la percepción de la luz. El biólogo molecular de la NAI, Michael Cummings, nos ofrece un entendimiento de la delicada conexión entre el mundo molecular y el mundo alrededor de nosotros – entre el organismo y su medio ambiente-, estudia una de las más básicas interacciones; la percepción de la luz y del color en animales y seres humanos. Sus conclusiones indican que existe una familia de proteínas denominadas opsinas, las cuales son responsables de las reacciones celulares iniciales involucradas en la percepción de la luz.

Localizadas en las membranas celulares de la retina en una amplia gama de organismos, las opsinas son los “ojos” de esa familia proteínica. Las opsinas están químicamente unidas a una molécula denominada retinal (un tipo de cromóforo), que es un derivado de la Vitamina A. La molécula de opsina forma una bolsa tridimensional en la cual se asienta el cromóforo. Este emparejamiento molecular, llamado el complejo opsin-cromóforo, es responsable de la percepción de la luz.

El cromóforo absorbe luz, cambia de forma y a su vez causa que la opsina cambie de forma. Se inicia toda una serie de reacciones moleculares dentro de la célula, denominadas cascada de señales, que dan como resultado que las células de la retina envíen una señal eléctrica a la parte del cerebro responsable de la percepción de la luz, el tectum en los humanos. Como resultado, dice Cummings, “creemos que vemos algo.” (7) La detección de la luminosidad por los ojos, y no la percepción de la luz que permite la visión, regulan el reloj biológico y junto con la síntesis de melatonina que sus propios fotoreceptores especiales se da la maravilla de una percepción regulada por la luz.

La glándula pineal y su marca de los ritmos circadianos

El ritmo circadiano de síntesis y secreción de melatonina por la glándula pineal es común a todas las especies de vertebrados, y, al menos en mamíferos incluyendo el hombre. La melatonina se considera una neurohormona producida por los pinealocitos en la glándula pineal.

Una de las características más sobresalientes respecto a la biosíntesis pineal de melatonina es su variabilidad a lo largo del ciclo de 24 horas, y su respuesta precisa a cambios en la iluminación ambiental. Se sabe de su influencia en la regulación de los ciclos del sueño y la vigilia.  El ciclo del sueño se ve favorecido por la segregación de la melatonina que es sintetizada por la glándula pineal. Como la luz es inhibidora de la síntesis de melatonina, su producción se realiza durante la noche en reacción a la oscuridad.

La melatonina forma parte del sistema de señales que regulan el ciclo circadiano, pero, es el Sistema Nervioso Central quien controla el ciclo circadiano en la mayoría de sus componentes de los sistemas paracrino y endocrino, más que la melatonina en sí. (8)

Para la ciencia actual la glándula pineal es todavía una región relativamente inexplorada, se localiza en torno al centro del cerebro. Esta glándula ha perdido (para el ser humano) la capacidad de detectar la luz directamente, pero todavía responde a la luz y a la oscuridad gracias a que ha evolucionado una conexión neuronal desde los ojos. Se sabe que contiene vestigios de una retina y parece operar como transductor magnético (algunos reptiles cuentan con un tercer ojo parietal fotosensible que les permite usar al Sol como compás; las aves son capaces de “ver” el campo magnético a través de fotorecepetores que se encuentran en la glándula pineal). La glándula pineal podía ser un órgano para percibir una luz invisible (un campo magnético, por ejemplo). La cavidad de resonancia Schumann de nuestro planeta, es captada por la glándula pineal que tenemos los humanos en el cerebro, la que sincroniza su vibración con la de la Tierra, y marca nuestros ritmos circadianos. (9)

Las células pinealocitas en muchos vertebrados no-mamíferos son similares a las células de la retina. Las células pineales en todos los vertebrados comparten un ancestro  evolutivo en común con las células retinales. Es un componente fundamental del reloj biológico en todas las especies de vertebrados ya que es capaz de producir y liberar melatonina, sustancia cuya liberación es determinada por la cantidad de luz que recibe el cuerpo y sus concentraciones que varían de acuerdo al ciclo diurno/nocturno. (10) Lo verdaderamente importante de estos estudios es que hay una gran sincronización de todos los ciclos circadianos. Todos los seres vivos se sincronizan con nuestro planeta para garantizar su salud y su equilibrio. La vida regula y condiciona el medio ambiente y éste condiciona la vida. Esta visión la tuvo el científico inglés James Lovelock en otoño de 1965 cuando trabajaba en la NASA.



Estudiar y objetivar sus ciclos ha sido un imperativo para el ser humano y lo hacemos a través de diferentes procesos. Los ritmos biológicos humanos se relacionan con los estados de conciencia y esto tiene importantes variaciones durante el día. Contamos con un estado subjetivo de la mente, cualitativo y unificado al que llamamos consciencia, que aporta la flexibilidad al comportamiento. La conciencia del espacio y del tiempo se basa en cualidades subjetivas y sensoriales de las experiencias individuales que componen la experiencia consciente. Pertenecemos a un tiempo y a un espacio, en sincronía con el individuo y su forma de percibirlo.

Dentro de los ritmos que ocurren una vez al día está el “baño de cortisol”, es la hormona de las glándulas adrenales que refleja los niveles de estrés. Su ritmo circadiano inicia con la salida del sol al amanecer, llega a su punto más alto alrededor de las 9 a.m. y de ahí comienza su lento descenso hasta alcanzar su nivel mínimo alrededor de las 6 p.m. con la puesta del sol, para subir de nuevo a las 6 a.m. con el amanecer. El momento reservado para regeneración física es el comprendido entre las 10 p.m. y las 2 a.m.


No podemos desligar el concepto de temporalidad de los hechos, a los que dedicamos nuestro tiempo y que nosotros llamamos “vida”. Es en la gestión del tiempo donde depositamos nuestro proyecto de vida y muchas veces depende de los plazos, los imprevistos y las urgencias que nos asignan o asignamos para el cumplimiento de nuestras funciones vitales, las tareas cotidianas y para el logro de muchas metas u objetivos que nos proponemos a corto, mediano o largo plazo. En nuestra condición humana nos reconocemos como seres temporales disfrutando y transformando permanentemente el paisaje. Su temporalidad es un hecho vivencial y de allí la necesidad de definirlo, interpretarlo, cuantificarlo, repensarlo, de manera que lo vivamos tal como lo concebimos, tal y como nos aparece en este momento único e irrepetible, el eterno presente. (continuaré con este tema en otro artículo)




Escape literario; Una interpretación de la temporalidad en el crepúsculo vespertino:


“El silencio de la montaña ocurre en ese momento… “cuando el día ya no es día y la noche aún no llega”, como dijo poéticamente un poeta costarricense; don Julián Marchena… Durante ese momento acontece algo enigmático; cuando ya el crepúsculo auguraba el reino de las sombras, un último resplandor, el más fulgurante antes del descenso de las tinieblas, ostenta una brillantez inusitada. El firmamento palpita con una intensidad dorada y se posesiona hedonistamente de toda la bóveda celestial. 

Para los árboles es un momento clave que les hace cambiar toda su química corporal y energética. Casi todo el reino de las plantas ha superado la fase luminosa de la fotosíntesis. Ya las longitudes de onda cercanas al verde refractado abandonan cada cloroplasto y entran en una fase oscura. Es el proceso biológico más importante de la Tierra que está sincronizado con estos cambios medioambientales. La maravillosa creación hace que se conecten unos genes osciladores en cada parte vegetal. Mediante una activación directa los regula reprimiendo su expresión alternadamente; entre lo diurno y lo nocturno. Todo el bosque está en sincronía con este reloj circadiano que regula cada uno de sus ciclos vitales. Durante todo el año nos regimos por los ritmos y periodicidad de su mecanismo biológico.

Nuestra Madre Tierra es un ser vivo que ha evolucionado en amplios ciclos, ritmos y pulsaciones, renovando la vida constantemente, auto-regulándose y protegiéndose a sí misma y a todo lo que acoge. Todos los seres vivos están adaptados esas fluctuaciones naturales y a la esencia viva de la Tierra, en simbiosis con el medio ambiente.

La luz atenuada del ocaso precede al despertar de los seres que necesitan y prefieren las sombras de la noche. Mientras unos salen de su letargo para incorporarse a la vida noctámbula, otros están desdibujando su actividad en el descanso de sus voces, en el mandato que dicta el reposo.Este es el vaticinio de ese soplo que sugiere esa calma aparente en todos los bosques.

Eso no lo había notado antes, básicamente porque la vida citadina nos absorbe, y nos hemos despojado de la sensibilidad de reconocer estas diferencias maravillosas que se suceden en el día, los meses y el año. Para algunos de nosotros, es hora de replegarse y descansar. Para mí es como  un prólogo taciturno antes de retirarse para gravitar supinamente en nuevos portales dimensionales.

Este es un momento en el bosque en que todo parece detenerse, es una quietud contenida, porque cada ser transita al final o al inicio de su jornada. Unos buscan el refugio del descanso en el silencio, antes de que el sueño venga. Otros inauguran su despertar acogidos por los susurros adormilados. Es una coyuntura clave del día donde un nuevo orden se instaura, animando a los noctívagos y adormeciendo y sosegando a los que concluyen su jornada diurna. Todos los residentes del bosque buscan y crean este silencio cómplice de la montaña. Es un sigilo denso e inabarcable, como un impase entre los buscan el reposo y los que se despabilan para sobrevivir la oscuridad. Todo esto antes de que el letargo se apropie de quienes soñamos o de quienes con sus fotoreceptores admitan que ya no gobierna la luz.

Ahora es cuando finalmente se ha establecido la noche con sus sonidos particulares identificables que ya todo presagiaban el retorno de los habitantes de la noche y se establece con más notoriamente un grillar generalizado pautado sobre el continuum de las sombras. Se puede abstraer de todos los sonidos del bosque una vibración que no proviene directamente de las voces de los seres nocturnos….”

2 comentarios: